(ENGLISH version HERE)
Saborear éxitos es fácil y a todos nos gusta; saber aceptar fracasos es más complicado. Parecen conceptos opuestos pero en realidad son complementarios: no puede haber éxito sin fracaso. La teoría todos la sabemos; la práctica no es tan sencilla, ¿por qué si no nos frustramos cuando las cosas no salen como quisiéramos? Así al menos me he sentido durante estas últimas semanas en las que he visto frustrados mis proyectos verticales.
Saborear éxitos es fácil y a todos nos gusta; saber aceptar fracasos es más complicado. Parecen conceptos opuestos pero en realidad son complementarios: no puede haber éxito sin fracaso. La teoría todos la sabemos; la práctica no es tan sencilla, ¿por qué si no nos frustramos cuando las cosas no salen como quisiéramos? Así al menos me he sentido durante estas últimas semanas en las que he visto frustrados mis proyectos verticales.
El año pasado me quedé con ganas de escalar en Santa Linya. Ya sabéis
que tengo metabolismo de lagarto, y cuanto más calor hace más me apetece probar
vías duras. Pensaba probar allí algún proyecto, pero no caí en cuenta que en
los meses en los que me había planificado escalar –los de verano- está prohibido
escalar en la cueva (por las excavaciones arqueológicas).
Fuente: http://desnivel.com/escalada-roca/un-ano-de-xesca |
Así que para este año me planifiqué diferente y desenfundé la cuerda algo
antes de lo habitual, en pleno (y frío para mí) mes de abril. Tenía muchas
ganas de probar un par de vías, “Ciudad de Dios” y “Open your mind direct”.
¿Por qué éstas? No lo sé exactamente, seguramente porque había visto vídeos y
me habían gustado las líneas y los movimientos. Y porque pensaba que no se me
darían mal, claro está. Y en esto último me equivoqué de lleno. Ya sabía que
eran vías físicas y en las que me encontraría pasos largos y tendría que
lanzar, pero pensaba que al haber ganado algo de más fuerza (gracias como
siempre a los entrenos de Pedro Bergua) podría llegar a hacerlos.
Pero no fue así. Lo estuve intentando durante varias semanas con todas mis
ganas y con todo mi tesón, pero al final tuve que rendirme y aceptar el hecho
de que no tenía la fuerza necesaria para hacer este tipo de vías. No fue fácil de
asumir. Las sensaciones de frustración, de inutilidad y de haber tirado por la
borda el entreno de todo el año me estuvieron martilleando durante varios días.
Y ahí radica la diferencia entre los buenos
escaladores y los que no. Y por eso me he incluido siempre en el segundo grupo. Parece que todos
los que hacemos cierto grado somos unos “mutantes” pero nada más lejos de la
realidad. Sin duda alguna hay mutantes -gente superdotada para escalar- pero
también hay gente como yo, “escaladores del montón” (con tu permiso David, te
“robo” la expresión de tu BLOG) que no tenemos cualidades especiales para escalar, y que
si hemos conseguido hacer grado es simplemente debido a la cantidad de horas,
de esfuerzo y de constancia que le echamos. Para los “escaladores del montón”
hacer grado no es más que esto:
Decir que finalmente decidí mudar de escuela. Y finalmente, gracias a
los consejos de Pedro, he encontrado una que me motiva más (por no ser tan
física) y en donde la semana pasada encadené "Kif kif demain". Pero
eso lo dejo para el siguiente post.